Evangelizar

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"Fiel al modelo del Maestro, el vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo" (P. Francisco)

miércoles, 28 de mayo de 2014

Día 126

Viernes, sexta semana de Pascua

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Juan 16,20-23a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.

La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada."



MEDITACIÓN ESCRITA

En mi trabajo pastoral he tenido la gracia de acercarme a muchas personas, a muchas realidades, unas alegres, otras no tanto. Y en esta experiencia he comprendido que, por más que se quiera convencer a alguien del amor que Dios le tiene, esto es imposible si esa misma persona no quiebra sus fortalezas y seguridades y se abandona en las manos de Dios.

De nada sirve que se le diga a alguien que Dios calmará sus penas, sanará sus heridas y consolará su llanto, si esa persona no recorre, por sí misma, el camino de gracia que destruye las lógicas humanas, transforma mentalidades y renueva la existencia.


Digo esto porque me parece que, el evangelio de hoy nos trae una de las realidades más incomprendidas y difíciles de la vida de fe. Ya lo hemos mencionado antes, se supone que quién busca a Dios debería encontrar consuelo más que llanto, por lo cual es supremamente  difícil entender por qué motivos acercarse a Dios, creer en su Palabra, practicar sus principios, tenga que convertirse en un tormento. Ciertamente está la promesa de la alegría futura pero, en ocasiones, eso no consuela lo suficiente.


Sin embargo, creo que aquí es donde los más pequeños, los sencillos, nos enseñan y nos dan lecciones vitales que aveces, por más estudios que tengamos, no alcanzamos a imaginar.

Me acuerdo ahora de aquella experiencia de un sacerdote que fue solicitado para que ungiera a un niño que tenía una enfermedad mortal.


Dice la historia que el sacerdote, al salir de su casa, iba discutiendo con Dios, reclamándole, preguntándole por qué tenía que ser tan injusto, por qué darle una enfermedad así a una inocente criatura que apenas comenzaba la vida. Al final, el sacerdote le decía a Dios: y no me pidas que diga nada, no voy a hablar de esperanza, no voy a hablar de tu paz, en fin me quedaré callado delante de ese niño para que sepas que me pareces muy injusto.


Después de esa discusión con Dios, el sacerdote llegó a la clínica y entró a la habitación donde estaba el niño y magna sorpresa la que se llevó: al niño lo llevaban las enfermeras de urgencia porque había tenido una complicación, sin embargo, en cuanto vio al sacerdote dio un salto, se tiró de la camilla y corrió a abrazarlo; sus ojos brillaban, su corazón latía fuertemente y sus lágrimas caían.

Al fin, cuando ya pudo calmarse le dijo al sacerdote: gracias, yo sabía que Dios no me iba a dejar sólo y que iba a enviar a uno de sus mejores discípulos a estar conmigo; gracias porque ahora entiendo que Dios sólo quería que tuviera paciencia, que estuviera en paz porque su amor nunca cambia.


Ahora entiendo que esta enfermedad es lo mejor que me ha pasado, porque he podido entender que Dios me ama tanto que lo trajo a usted para que me bendiga y me recuerde que Él nunca me abandonará.

El sacerdote no pudo evitar derramar sus lágrimas. Abrazó al niño y le dijo: tu eres el mejor testigo de que Dios me ha llamado para obrar en mi y pedirme que le deje hacer su voluntad.


Perdonen que me haya extendido con esta historia pero creo que puede servirnos para recordar, como nos anuncia el evangelio de hoy, que en medios de los múltiples problemas que la vida nos da, que en medio de las frustraciones, caídas y sinsabores de nuestra cotidianidad, hay un Dios que nos ama, y que no permitirá que nuestras vida pierda el sentido; que no nos dejará en la pena y nos brindará siempre la oportunidad de comenzar otra vez.


"Llorarán y se lamentarán, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría". Esa es la gran noticia de Jesús, con la cual concluimos esta maravillosa semana de meditación. Que esa sea, pues, la esperanza de todos los que hemos venido compartiendo estas reflexiones.


Dios mío, derrama tu bendición abundante sobre todos aquellos que hoy, leyendo estas palabras, encuentran una luz para sus vidas. Amén.

Dia 125

Jueves, sexta semana de Pascua

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Juan 16,16-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver."

Comentaron entonces algunos discípulos: "¿Qué significa eso de "dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver", y eso de "me voy con el Padre"?" Y se preguntaban: "¿Qué significa ese "poco"? No entendemos lo que dice."

Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo: "¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: "Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver"? Pues sí, os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría."

MEDITACIÓN ESCRITA

En ocasiones suelo pensar que el lenguaje que usa Jesús con sus discípulos es demasiado duro y los confronta demasiado fuerte con la realidad que deben vivir. Y, en el mismo sentido, a veces pienso que en ocasiones nos hacemos los oídos sordos a esas realidades para quedarnos más tranquilos con respecto a Dios.

Pienso, por ejemplo, en muchos jóvenes que cada año se acercan al seminario solicitando el ingreso y, entre ellos, no faltan los que van casi a ciegas, simplemente ilusionados por una imagen del sacerdocio pero no siempre conscientes de las renuncias y sacrificios que ello sugiere y, aunque se les advierte, parecen hacer casi omiso y luego terminan un poco frustrados cuando encuentran realidades que los desbordan en sus ilusiones.

Pero volvamos, desde el evangelio de hoy, al lenguaje de Jesús que es el que hoy llama enormemente mi atención. No podemos negarlo, Jesús es desconcertante. Su partida no puede más que causar tristeza, dolor entre sus discípulos, pero más aún, sus palabras de despedida causan miedo.

Si somos realistas nadie busca a Dios para que lo persigan, para andar llorando o para que lo juzguen y señalen como si hubiese hecho algo malo; todo lo contrario, la búsqueda de Jesús normalmente tiene un interés de bienestar, queremos seguridad, paz, esperanza y muchas bondades más que creemos Él puede brindarnos.

Entonces, cómo entender la advertencia de Jesús? Cómo querer seguirlo fielmente sabiendo las consecuencias primeras que puede traernos ese seguimiento?

Pienso, por ejemplo en el joven que es duramente criticado y rechazado por sus pares por el hecho de ir a la Iglesia; pienso en las chicas tratadas de puritanas por el hecho de querer conservar su pureza en nombre de una experiencia de fe; pienso en las esposas duramente juzgadas por dedicar un tiempo de su vida familiar al encuentro de Dios y el compartir comunitario eclesial; pienso, en fin, en tantos que, por confesar a Jesucristo se ven privados de amistades y relaciones que terminan señalándolos. Acaso hacen mal?, acaso deben pensar que son ellos los equivocados?


Qué es entonces lo que busca Jesús, en el evangelio de hoy, al advertirnos sobre los riesgos de seguirlo?

Lo primero es que Jesús conserva un realismo claramente objetivo. A Jesús no le interesa ilusionarnos o fantasiar con nuestra fe. No quiere títeres manipulados por falsas ilusiones que prometen cosas y, al final, no se cumplen.

Creo, entonces, que en esta primera parte del lenguaje de Jesús, Él está haciéndonos tomar conciencia, para que reaccionemos adecuadamente, de las realidades que tenemos que enfrentar. Saber los riesgos, me parece, nos hace fieles; reconocer la dificultad nos permite prepararnos para luego no salir corriendo y no terminar diciendo que fuimos engañados. Cuanta falta hace, en nuestra Iglesia y, más aún, en nuestra sociedad, esta actitud? Necesitamos dejar de ofrecer calmantes de conciencia y comenzar a mostrar que, si Jesús nos salvó pasando por la cruz, también nosotros necesitamos asumirlo para lograr la salvación de quienes nos rodean.


Sin embargo, el lenguaje no se queda en el término del terror, el miedo y el sufrimiento. Eso sería quedarnos en el sin sentido. Jesús, tiene claro que hemos de aceptar las contrariedades como parte del proceso de fe, pero también es consciente de la trascendencia que la misma fe puede darnos frente a esas realidades.

La expresión "vuestra tristeza se convertirá en alegría." Sintetiza muy bien esto último. Las realidades adversas son sólo medios para encontrar la verdadera fortaleza que sólo Dios puede darnos. El paso a ese Padre amoroso sugiere dificultades: recordemos los dolores de la pasión de Jesús; pero ese paso no es al vacío sino a la plenitud en el amor.

Este echo se constituye en norma de vida de los discípulos, los impulsa y los motiva para arriesgar la vida por el anuncio del evangelio. A partir de la experiencia de Jesús resucitado, y de la fuerza del Espíritu, se entenderá que detrás del desierto árido del dolor y la prueba, está el oasis de consuelo y amor en los brazos del Padre de las misericordias.

Dios mío, concédenos la gracia, te lo ruego, de descubrir en cada obstáculo y cada adversidad, la posibilidad de alcanzar la fuente de tu infinito amor. Amén

Día 124

Miércoles, sexta semana de Pascua

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Juan 16,12-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que toma de lo mío y os lo anunciará."

MEDITACIÓN ESCRITA

Ya estamos próximos a la celebración culmen de la Pascua: Pentecostés. Por ello, tiene sentido que el evangelio nos vaya preparando para descubrir el significado real y la importancia del Espíritu Santo en nuestras vidas.

Es importante comenzar por reconocer que el Espíritu Santo es, en primer lugar, la garantía de que Jesús jamás abandonará a sus discípulos. Y, además, es la promesa real que Jesús deja para brindar seguridad y esperanza a quienes han confiado en Él.


Ahora bien, es bueno preguntarnos, para tener una buena preparación a la fiesta de Pentecostés, quién es  el Espíritu Santo y que representa realmente en nuestras vidas?

 
La respuesta a esta pregunta no es fácil, sobre todo porque no es una cuestión teórica o una fórmula preestablecida, como muchos quisieran. De hecho ya el evangelio del domingo pasado nos advertía sobre eso: el Espíritu Santo no será conocido por el mundo porque el mundo no ha experimentado, no ha vivido ni ha practicado la acción del resucitado.


Sin embargo, sí se pueden dar algunas pistas sobre lo que es y representa el Espíritu Santo. En efecto, el evangelio de hoy nos da algunos elementos.

 
Tres ideas, en concreto, nos da el evangelio para que comencemos a identificar al Espíritu Santo en nosotros.


La primera: el Espíritu Santo, "nos guiará a la verdad plena". Esto sugiere dos cosas: el Espíritu Santo es esa experiencia maravillosa que nos permite descubrir el fondo de las cosas que vivimos, es bueno entonces pedirlo cuando en nuestra vida las cosas no parecen claras. Y, por otro lado, nuestra vida está en un proceso de madurez en la fe que apunta a la plenitud y, para alcanzarla, nada mejor que la guía de la gracia divina que es el Espíritu Santo.

 
Segunda: comunicará lo que está por venir. El Espíritu Santo es anunciador, revelador del verdadero rumbo de nuestra existencia. Lo que está por venir no se reduce a un descubrimiento futurista, sino más bien a una noción de sentido de la existencia. Nuestra vida no está lanzada al vacío sino a una plenitud en Dios y la fuente de esa plenitud es la acción del Espíritu Santo en nosotros que nos impulsa con su revelación.


Tercera: "Él me glorificará". El Espíritu Santo lo que realmente hace en nosotros es convertirnos en templos vivos donde se adora y glorifica a Dios. Bien podríamos decir que, la verdadera acción del Espíritu Santo es santificar nuestra vida para que sea signo de la gloria de Dios donde quiera que estemos.


Pidamos, pues estas tres bendiciones del Espíritu Santo para nuestras vidas: que podamos discernir con fe los acontecimientos de nuestro entorno y recibir la sabiduría de Dios para poder afrontarlos, que descubramos el verdadero sentido de nuestra existencia y abandonarnos en Dios para vivirla en plenitud y que nos constituyamos en verdaderos adoradores de Dios en todo momento y lugar. Amén.

lunes, 26 de mayo de 2014

Día 123

Martes, sexta semana de Pascua

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Juan 16,5-11

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: "¿Adónde vas?" Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón.

Sin embargo, lo que os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga, dejará convicto al mundo con la prueba de un pecado, de una justicia, de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el Príncipe de este mundo está condenado."



MEDITACIÓN ESCRITA

Una cosa que ha de quedar clara, a la luz del evangelio de hoy, es que las dependencias y apegos, por más buenas que parezcan, terminan siendo perjudiciales y se constituyen en un gran obstáculo para el desarrollo y crecimiento personal.

Los discípulos se preocupan por la partida de Jesús, como todos nos preocupamos cuando nos vemos ante la angustia de perder nuestras seguridades. Sin embargo, Jesús les ofrece no apegarse tanto a Él y prepararse para recibir una fuerza mayor que motivará y asegurará la acción evangelizadora que ellos han de realizar.

Si a esto le agregamos que los discípulos, y con ellos los creyentes de todos los tiempos, tenemos, como hemos venido señalando en días anteriores, la inminente tarea de ser rostro y presencia de Jesús en la vida de quienes los rodean, hemos de entender que la única manera en que se podrá realizar esa misión será dejando de percibir a Jesús físicamente y comenzando a vivirlo existencialmente. Esto es posible gracias a la acción renovadora del Espíritu Santo cuya función específica, si se lo permitimos, es transformamos en imagen y presencia de Jesús en cada circunstancia y lugar en que nos encontremos.

Pidamos, pues, al Padre Dios y a su Hijo Jesucristo, nos concedan la gracia de superar nuestros temores y abrirnos a la acción transformadora del Espíritu Santo que nos haga capaces de vivir radicalmente la experiencia de ser rostro y presencia de Jesús entre aquellos con quienes compartimos. Amén.

Día 122

Lunes, sexta Semana de Pascua

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Juan 15,26-16,4a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.

Os he hablado de esto, para que no tambaleéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios.

 
Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho."


MEDITACIÓN ESCRITA

El viernes pasado fui invitado a uno de los acontecimientos más hermosos que he vivido en los últimos años. Fui testigo de lo importante que es descubrir y ser consciente de la grandeza y amor de Dios en la vida de la personas que están cerca de nosotros.

Una hermosa pareja, jóvenes, enamorados, me enseñaron que lo importante no es lo que tienes, lo que piensas o cómo eres físicamente; por encima de ello, lo más portante es poder descubrir la presencia de Dios en todo eso. Descubrir que la verdadera esencia de una relación está en percibir todo como don de Dios y como producto de una experiencia maravillosa de relación personal con Él.

 
Todo esto viene al caso porque me parecen supremamente sorprendentes las palabras con las que Jesús se refiere, en el evangelio de hoy, a los discípulos: "también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo".

 
Que maravillosas estas palabras. El que ha experimentado a Jesús, el que ha caminado con Él, el que ha sido capaz de descubrirlo en medio de todas sus pruebas, es, definitivamente, el mejor testigo de su amor. Sólo el que ha experimentado a Jesús es capaz de leerlo y descubrirlo en el corazón de aquellos a quienes ama y debería amar más.

 
Todo esto, por supuesto, es producto de una gracia, de un regalo maravilloso de Dios que fue prometido por Jesús. El Espíritu Santo, el mejor de los dones de Jesús, nos ilumina y santifica para que seamos capaces de vivir esta gran bendición.


Ciertamente pasaremos por grandes dificultades, habrá llanto en nuestras vidas, muchos intentarán acabar la alegría, pero sólo quién conoce, experimenta y vive a Jesucristo en su existencia, sabrá triunfar con amor eterno, sabrá descubrir en cada rostro la presencia amorosa de quién jamás olvida: el Padre de los cielos que nos ama eternamente.


Que maravilloso poder comenzar esta semana con esta gran bendición de la Palabra. Los invito, entonces a abandonarse en las manos del Padre y rogarle con fe, nos regale a todos la bendición de su Espíritu. Amén.

viernes, 23 de mayo de 2014

Día 121

Viernes, quinta semana de Pascua

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Juan15,12-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.



Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.

No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros."

MEDITACIÓN ESCRITA

Si ayer decíamos que las cosas con Jesús eran serias y radicales, creo que hoy no podemos decir menos. Cada vez parece que se fuera agudizando más la exigencia del amor y cada vez, aunque ya nos parecía difícil, la cosa se va poniendo más fuerte.

El evangelio de hoy viene a ser algo así como la estocada final de las exigencias de Jesús al modo de vida que debían vivir los discípulos y con ellos, todo creyente.

Tres elementos me parecen fundamentales en este evangelio: el primero, la permanencia en el amor, de la cual hablábamos ayer, sólo es posible en cuanto se vive o se manifiesta en relación a aquellos con quienes compartimos la vida día a día. Y ese amor tiene una exigencia radical y extremadamente fuerte: no se trata de palmaditas en la espalda o de besitos consoladores que tranquilicen a los otros, el verdadero amor exige vida, vida entregada, sacrificada, ofrecida por el bienestar del otro. El verdadero amor, entonces, es el que nos duele, no sólo el que nos hace sentir felices y tranquilos. Aunque uno no niega al otro.

El segundo elemento que me parece significativo en el evangelio de hoy, es que el amor verdadero es producto de una relación cercana, íntima, profunda con Jesucristo. En efecto, no se trata simplemente de que hoy amanecí de ánimo y quiero tratar bien a todos, se trata más bien de que he sido capaz de descubrir, en mi relación con Jesús, el impulso que me inspira a ofrecerme por los demás. El amor, como podemos ver en la frase "no los llamo siervos sino amigos", es producto de una amistad con Jesús que libera y que nunca puede ser una carga.

Por ultimo, el tercer elemento que quiero destacar es que el verdadero amor es fructífero. Y el fruto que produce no es pasajero sino que permanece. Efectivamente, el que ama se descubre elegido para la vida y por ello se constituye en fuente de vida para todo aquel que lo rodea.

Yo no se ustedes, pero este evangelio me hace sacudir. Me emociona leerlo. Pero más me emociona saber que tengo una gran responsabilidad en el amor desde mi ser creyente.

Dios mío, tu que eres la fuente suprema del amor, danos la gracia de ser capaces de vivir una relación tan íntima con tu Hijo Jesucristo, que podamos amar del mismo modo como Él nos ha amado. Amén.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Día 120

Jueves, quinta semana de Pascua

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Juan 15,9-11

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. 

Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud."

  MEDITACIÓN ESCRITA
Definitivamente, las cosas con Jesús son serias y radicales, Él sabe bien que nuestro límites y debilidades dificultarán al máximo la tarea de ser imagen y lugar de su presencia, sin embargo, eso no lo lleva a dejar de exigirnos y motivarnos a darlo todo para identificarnos con Él.

El evangelio de hoy viene a ser un complemento maravilloso de lo que meditábamos ayer, la idea de permanecer, que compartíamos desde el evangelio de ayer, tiene un riesgo muy sutil: permanecer puede confundirse con ser pasivos, con encerrarse en un oratorio o en una capilla, con no hacer mucho para equivocarse poco.



Sin embargo, la cuestión con Jesús es un poco más extrema que eso, permanecer en Jesús, decíamos ayer, consiste en ser presencia viva, rostro palpable, lugar de revelación de Dios, pero ello no puede confundirse con estar cerca de, donde suponemos, está Jesús.

Por el contrario, supone más bien que Jesús, en lugar de estar cerca, está dentro, o mejor aún, se trata de llevarlo en nosotros a cualquier circunstancia o lugar; y si queremos ir más al fondo, se trata de que seamos capaces de buscar a Jesús no donde se supone que por tradición ha de estar, sino más bien allí donde ha quedado ausente.

Creo, y me parece que es lógico pensarlo, que por ello, en el evangelio de hoy, Jesús cambia la frase "permaneced en mí" por "permaneced en mi amor",porque la permanencia no es de carácter físico/situacional sino más bien existencial/actitudinal.

No se trata, en consecuencia, de que permanezcamos en Jesús por palabras, de manera teórica o doctrinal, sino que el permanecer sólo es posible cuando encarnamos el amor y lo manifestamos al mundo y personas que nos rodean.

La tarea, evidentemente, no es fácil, como lo manifestó alguien en los comentarios de ayer, pero precisamente por ello es que Jesús nos da su última y gran promesa: el Espíritu Santo.

Pidamos, pues, al Rey de la gloria nos conceda la gracia abundante de ese Espíritu para que tomemos conciencia de nuestra responsabilidad como creyentes y vivamos a plenitud la grandeza del amor de Dios. Amen.

Día 119

Miércoles, quinta semana de Pascua

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Juan 15,1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.


Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos."


MEDITACIÓN ESCRITA

Me parece a mi y espero no estar equivocado, que la Pascua, más que querer darnos a conocer, de manera teórica, la imagen de Jesús resucitado, lo que ha venido buscando, en todo su recorrido, es que conozcamos nuestra propia imagen investida, habitada y renovada por la misma experiencia de resurrección, por la misma persona del Resucitado.

Me explico: si miramos a los discípulos de Emaus, que leíamos hace un par de semanas, lo que importó en el texto no fue tanto el rostro de Jesús, sino la manera como Él, resucitado, fue impactando la vida de los discípulos que huían adoloridos y frustrados. Lo más importante del texto, no fue ver a Jesús sino experimentarlo presente en la propia vida, de ahí que los discípulos terminan diciendo "no ardía nuestro corazón cuando nos hablaba por el camino?"

Como este, hay más ejemplos que hemos leído estos días. Tomás, por ejemplo, que quería tocar para creer, terminó haciendo una manifestación hermosa de fe: "Señor mío y Dios mío", aún sin haber hecho lo que quería porque pudo sentir en sí mismo la presencia viva que transforma pensamientos y rompe lógicas humanas.

Todo esto me hace pensar, entonces, que el recorrido Pascual que hemos hecho hasta ahora lo que busca es que podamos descubrir el rostro del Resucitado en nuestra propia vida y que descubriéndolo lo manifestemos y lo hagamos presente en cada circunstancia y lugar en los que nos encontremos.

Esto, por supuesto, es lo que puedo leer en el evangelio de hoy. Encontramos en el texto por lo menos ocho o nueve veces la alusión al verbo "permaneced". Y cada vez que aparece se refiere a una identidad, dependencia, corresponsabilidad con la persona de Jesús.

Cada vez que Jesús habla de permanecer en Él abre el entendimiento de quienes lo escuchan para que comprendan que Él es la única fuente suprema de vida en plenitud, que es Él la savia viva que nutre nuestra existencia para que ésta tenga sentido y produzca frutos, para que ésta salga de un mundo vacío y penetre la profundidad de un amor que trasciende obstáculos y se dona para la salvación de todo el que se acerca.

Permaneced! Esa es la gran invitación de Jesús resucitado. Quedarnos cerca de la fuente de la vida, mantener los ojos puestos en Él, abrir los oídos a su Palabra y obedecerla con compromiso y coherencia; ser, en definitiva, presencia viva, rostro palpable, lugar de revelación del Dios que quiere llegar a todo hombre y mujer y nos ha escogido a nosotros, los que leemos estas palabras, los creyentes de todos los tiempos, como instrumentos idóneos, por la gracia de su Espíritu, para seguir salvando al mundo.

Que misión tan noble y grande la que nos deja Dios en este día Pascual. Pidámosle nos bendiga con la gracia plena de su Espíritu para responder a ella con radicalidad y amor. Amén.

martes, 20 de mayo de 2014

Día 118

Martes, quinta semana de Pascua

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Juan 14,27-31a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.

Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el Príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago."


MEDITACIÓN ESCRITA

Hemos llegado ya a lo que podríamos llamar la cima de la Pascua. A partir de esta semana comenzaremos a ver que el evangelio apunta hacia la plenitud Pascual después de la resurrección, se trata del envío del Espíritu Santo.

Jesús, en el evangelio que hemos venido leyendo, ha venido preparando a sus discípulos para que, después de descubrir el verdadero sentido de la resurrección, se preparen ahora a descubrir y recibir la fuerza que los acompañará para ser ellos el lugar de manifestación de esa vida resucitada.

En este sentido, el capítulo 14 del evangelio de Juan que leemos desde la semana pasada viene a ser algo así como el legado de Jesús a sus discípulos.

Así, en el día de hoy, ese capítulo se centra en una realidad que va a ser crucial para la vida de todo creyente, especialmente para los discípulos: la partida de Jesús.


Es necesaria esta partida, pero dolorosa. Nadie quiere desprenderse de la fuente del amor una vez que la ha descubierto en su vida y Jesús es esa fuente para los discípulos. Ahora bien, Jesús muestra hoy las razones y las consecuencias de esa partida.

La razón fundamental es que tiene que volver al Padre. Y esa vuelta al Padre se constituye en un beneficio para nosotros pues junto al Padre lo que Jesús hará será seguir dándonos ocasiones para vivir en plenitud.

Por otro lado, las consecuencias son profundas: la partida de Jesús, en primer lugar, traerá angustia y cobardía para el creyente. Pero frente a eso, traerá la posibilidad de descubrir la verdadera paz. La angustia la produce el miedo a no tener quién luche por nosotros y nos de la seguridad de estar tranquilos, pero frente a ello,  la verdadera paz la produce el hecho de tomar conciencia de que ahora es el creyente quién encarna esa seguridad y garantiza que ese Señor que parte permanece siempre entre nosotros por el compromiso que asumimos de encarnarlo en la comunidad.

La verdadera paz, distinta a la que da el mundo ha de entenderse como la garantía que da Jesús de permanecer siempre manifestado en la vida de aquel que se decide a encarnarlo, amarlo y vivirlo en su diario vivir. Por ende, no es ausencia de problemas sino presencia activa y transformante de la gracia de Dios que nos hace capaces de vencer incluso el poder del príncipe de este mundo que busca, con pequeñas y grandes tentaciones y pruebas, alejarnos de Dios e impedirnos ser nosotros el lugar de su presencia.

Que el Señor derrame en tu vida la abundancia de su Espíritu y te haga capaz de ser presencia activa de su Hijo en todos tus contextos. Amén


lunes, 19 de mayo de 2014

Día 117

Día 117 (lunes, quinta semana de Pascua)

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Juan 14,21-26

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él."

Le dijo Judas, no el Iscariote: "Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?" Respondió Jesús y le dijo: "El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.

Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho."



MEDITACIÓN ESCRITA

Creo que a muchos nos ha pasado que conocemos a alguien y poco a poco se va haciendo tan cercana y profunda la relación que terminan por identificarse y conocerse de manera tan profunda que parece que siempre estuvieron juntos. Al final, aunque se conocen bien los defectos de esa otra persona, eso no es impedimento para sentir por ella los mejores sentimientos. Ahí nace el amor, ahí se descubre en esa otra persona la esencia de eso que hace falta al corazón que busca entregarse por alguien.

No se trata ya de que esa persona llene mis expectativas o cumpla cierto rol para satisfacer mis deseos sino más bien de que esa persona se descubra en mi y yo en ella de tal manera que su vida termina por ser un reflejo de la mía, sus actos hablan de mi y los míos hablan de ella. Nadie entendería eso sino sólo aquellos que lo viven; los que no conocen bien la esencia de esa relación terminan preguntándose cómo es que pueden amarse tanto y cómo es que no se dan cuenta de los defectos del otro, pero es que no alcanzan a descubrir la esencia que une esos dos corazones.

He querido iniciar la meditación de hoy con esta analogía porque encuentro en ella una explicación muy cercana a lo que podría estar respondiendo Jesús a la pregunta que le hace Judas. Parece que la respuesta fuera esquiva y no asumiera directamente la pregunta, pero si miramos bien,  lo que Jesús trata de resaltar es que se trata de una relación más que de meros sentimientos.

Veamos bien: la pregunta de Judas es crucial y creo que muchos hoy día se la siguen haciendo: "Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?" Eso muestra una preocupación real, en este caso podríamos decir que es pura, Judas desea que otros experimenten la maravilla que él ha experimentado, pero cuántas veces no hacemos esa pregunta a modo de cuestionamiento y juicio contra Dios?

La respuesta de Jesús, como decíamos, parece esquiva pues no dice el por qué, como pretendía la pregunta, sino el cómo. Jesús se da a conocer a quién ama y vive una estrecha, íntima y profunda relación con Él. En concreto Jesús no se manifiesta "a" las personas sino "a través de" ellas. Muchos andan preguntándose por qué Dios no se da conocer directamente y acaba con tanta duda sobre su existencia, pero la pregunta real que debemos hacernos es por qué nosotros no cambiamos nuestras actitudes y comenzamos a dejar actuar a ese Dios en nosotros para que otros puedan creer en Él?

En el fondo, creo que el evangelio de hoy nos cuestiona sobre un aspecto muy concreto de nuestra fe: la posibilidad que tiene Dios de revelarse y darse a conocer a través de nuestras vidas.

Pregunta para meditar: soy yo (eres tu) un espacio, un lugar, una vida donde Dios puede revelarse?, o, por el contrario, soy (eres) un obstáculo para su revelación?

Que el Señor derrame la abundancia de su Espíritu en sus corazones y posibilite en sus vidas la gracia de ser lugar de su revelación. Amén