Evangelizar

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"Fiel al modelo del Maestro, el vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo" (P. Francisco)

miércoles, 21 de mayo de 2014

Día 120

Jueves, quinta semana de Pascua

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Juan 15,9-11

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. 

Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud."

  MEDITACIÓN ESCRITA
Definitivamente, las cosas con Jesús son serias y radicales, Él sabe bien que nuestro límites y debilidades dificultarán al máximo la tarea de ser imagen y lugar de su presencia, sin embargo, eso no lo lleva a dejar de exigirnos y motivarnos a darlo todo para identificarnos con Él.

El evangelio de hoy viene a ser un complemento maravilloso de lo que meditábamos ayer, la idea de permanecer, que compartíamos desde el evangelio de ayer, tiene un riesgo muy sutil: permanecer puede confundirse con ser pasivos, con encerrarse en un oratorio o en una capilla, con no hacer mucho para equivocarse poco.



Sin embargo, la cuestión con Jesús es un poco más extrema que eso, permanecer en Jesús, decíamos ayer, consiste en ser presencia viva, rostro palpable, lugar de revelación de Dios, pero ello no puede confundirse con estar cerca de, donde suponemos, está Jesús.

Por el contrario, supone más bien que Jesús, en lugar de estar cerca, está dentro, o mejor aún, se trata de llevarlo en nosotros a cualquier circunstancia o lugar; y si queremos ir más al fondo, se trata de que seamos capaces de buscar a Jesús no donde se supone que por tradición ha de estar, sino más bien allí donde ha quedado ausente.

Creo, y me parece que es lógico pensarlo, que por ello, en el evangelio de hoy, Jesús cambia la frase "permaneced en mí" por "permaneced en mi amor",porque la permanencia no es de carácter físico/situacional sino más bien existencial/actitudinal.

No se trata, en consecuencia, de que permanezcamos en Jesús por palabras, de manera teórica o doctrinal, sino que el permanecer sólo es posible cuando encarnamos el amor y lo manifestamos al mundo y personas que nos rodean.

La tarea, evidentemente, no es fácil, como lo manifestó alguien en los comentarios de ayer, pero precisamente por ello es que Jesús nos da su última y gran promesa: el Espíritu Santo.

Pidamos, pues, al Rey de la gloria nos conceda la gracia abundante de ese Espíritu para que tomemos conciencia de nuestra responsabilidad como creyentes y vivamos a plenitud la grandeza del amor de Dios. Amen.

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