Evangelizar

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"Fiel al modelo del Maestro, el vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo" (P. Francisco)

lunes, 19 de mayo de 2014

Día 117

Día 117 (lunes, quinta semana de Pascua)

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Juan 14,21-26

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él."

Le dijo Judas, no el Iscariote: "Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?" Respondió Jesús y le dijo: "El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.

Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho."



MEDITACIÓN ESCRITA

Creo que a muchos nos ha pasado que conocemos a alguien y poco a poco se va haciendo tan cercana y profunda la relación que terminan por identificarse y conocerse de manera tan profunda que parece que siempre estuvieron juntos. Al final, aunque se conocen bien los defectos de esa otra persona, eso no es impedimento para sentir por ella los mejores sentimientos. Ahí nace el amor, ahí se descubre en esa otra persona la esencia de eso que hace falta al corazón que busca entregarse por alguien.

No se trata ya de que esa persona llene mis expectativas o cumpla cierto rol para satisfacer mis deseos sino más bien de que esa persona se descubra en mi y yo en ella de tal manera que su vida termina por ser un reflejo de la mía, sus actos hablan de mi y los míos hablan de ella. Nadie entendería eso sino sólo aquellos que lo viven; los que no conocen bien la esencia de esa relación terminan preguntándose cómo es que pueden amarse tanto y cómo es que no se dan cuenta de los defectos del otro, pero es que no alcanzan a descubrir la esencia que une esos dos corazones.

He querido iniciar la meditación de hoy con esta analogía porque encuentro en ella una explicación muy cercana a lo que podría estar respondiendo Jesús a la pregunta que le hace Judas. Parece que la respuesta fuera esquiva y no asumiera directamente la pregunta, pero si miramos bien,  lo que Jesús trata de resaltar es que se trata de una relación más que de meros sentimientos.

Veamos bien: la pregunta de Judas es crucial y creo que muchos hoy día se la siguen haciendo: "Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?" Eso muestra una preocupación real, en este caso podríamos decir que es pura, Judas desea que otros experimenten la maravilla que él ha experimentado, pero cuántas veces no hacemos esa pregunta a modo de cuestionamiento y juicio contra Dios?

La respuesta de Jesús, como decíamos, parece esquiva pues no dice el por qué, como pretendía la pregunta, sino el cómo. Jesús se da a conocer a quién ama y vive una estrecha, íntima y profunda relación con Él. En concreto Jesús no se manifiesta "a" las personas sino "a través de" ellas. Muchos andan preguntándose por qué Dios no se da conocer directamente y acaba con tanta duda sobre su existencia, pero la pregunta real que debemos hacernos es por qué nosotros no cambiamos nuestras actitudes y comenzamos a dejar actuar a ese Dios en nosotros para que otros puedan creer en Él?

En el fondo, creo que el evangelio de hoy nos cuestiona sobre un aspecto muy concreto de nuestra fe: la posibilidad que tiene Dios de revelarse y darse a conocer a través de nuestras vidas.

Pregunta para meditar: soy yo (eres tu) un espacio, un lugar, una vida donde Dios puede revelarse?, o, por el contrario, soy (eres) un obstáculo para su revelación?

Que el Señor derrame la abundancia de su Espíritu en sus corazones y posibilite en sus vidas la gracia de ser lugar de su revelación. Amén

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