Fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote
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Lucas 22,14-20
Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos, y les dijo:
"He deseado enormemente comer esta comida pascual con ustedes antes de padecer; porque les digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el Reino de Dios".
Y, tomando una copa, dio gracias y dijo: "Tomen esto, repártanlo entre ustedes; porque les digo que no beberé desde ahora el fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios".
Y, tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía".
"He deseado enormemente comer esta comida pascual con ustedes antes de padecer; porque les digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el Reino de Dios".
Y, tomando una copa, dio gracias y dijo: "Tomen esto, repártanlo entre ustedes; porque les digo que no beberé desde ahora el fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios".
Y, tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía".
MEDITACIÓN ESCRITA
Celebramos hoy la Fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote y es
interesante que la liturgia, a través del evangelio nos pone esta fiesta
en el contexto de la hora culmen, definitiva de la vida de Jesús.
Esta fiesta, vista desde el evangelio de hoy, nos presenta a Jesús como modelo de sacerdocio e imagen de servicio y entrega que todo creyente está invitado a vivir.
Les invito, entonces, a mirarla desde tres aspectos que hacen referencia a la acción de Jesús y al compromiso del creyente.
En primer lugar, el sacerdocio es una experiencia de compartir comunitario. El Sumo y Eterno Sacerdote, Jesucristo, se sienta y comparte con sus discípulos. Les abre el corazón y les da a conocer sus más profundos sentimientos.
El verdadero sacerdote, en consecuencia, es el que sabe acercarse a la intimidad de aquellos con quienes hace comunidad, el que sabe compartir la vida con su comunidad y no se encierra en sí mismo mi se limita a lo meramente litúrgico. Saber abrir el corazón y compartir la vida es, en consecuencia, la esencia del sacerdocio eclesial.
En segundo lugar, me llama la atención que, al tomar por primera vez la copa, Jesús hace una invitación especial a sus discípulos: "tomen esto, repártanlo entre ustedes". Jesús, al constituirse modelo de sacerdocio, se hace modelo de servicio y donación, y, a la vez, se convierte en referente de compartir comunitario. La idea de una relación profunda con Jesús es que se puedan compartir los frutos de esa relación.
El verdadero sacerdocio es el que sabe recibir de Dios la bendición, producto de una relación íntima y profunda con Él, y luego saberla transmitir a la comunidad, como producto de un verdadero servicio y amor pastoral.
En tercer lugar, el sacerdocio de Jesús es despojo, entrega y sacrificio. Es donacion total de la propia vida, para que los que han creído tengan vida en abundancia. El gesto del pan y el vino, puestos como símbolo del cuerpo y la sangre ofrecidos para nuestra salvación, tiene como fin descubrir, en el sacerdocio de Jesús, la esencia del verdadero sacerdocio que sólo tiene sentido cuando es ofrenda sacrificial, donación de la propia vida a una comunidad que necesita de hombres y mujeres que se constituyan testigos del amor de Dios.
Por ello, es de gran importancia la invitación de Jesús: "hagan esto en memoria mía". Ahora, todo aquel que ofrece su vida para que la vida de los otros tenga sentido, se constituye en presencia salvífica de Jesús en medio de la comunidad.
El Señor nos de la gracia de vivir nuestro sacerdocio bautismal como ofrenda de salvación por quienes amamos y, a quienes se los ha concedido, el sacerdocio ministerial, como signo de su presencia amorosa en medio de la comunidad. Amén.
Esta fiesta, vista desde el evangelio de hoy, nos presenta a Jesús como modelo de sacerdocio e imagen de servicio y entrega que todo creyente está invitado a vivir.
Les invito, entonces, a mirarla desde tres aspectos que hacen referencia a la acción de Jesús y al compromiso del creyente.
En primer lugar, el sacerdocio es una experiencia de compartir comunitario. El Sumo y Eterno Sacerdote, Jesucristo, se sienta y comparte con sus discípulos. Les abre el corazón y les da a conocer sus más profundos sentimientos.
El verdadero sacerdote, en consecuencia, es el que sabe acercarse a la intimidad de aquellos con quienes hace comunidad, el que sabe compartir la vida con su comunidad y no se encierra en sí mismo mi se limita a lo meramente litúrgico. Saber abrir el corazón y compartir la vida es, en consecuencia, la esencia del sacerdocio eclesial.
En segundo lugar, me llama la atención que, al tomar por primera vez la copa, Jesús hace una invitación especial a sus discípulos: "tomen esto, repártanlo entre ustedes". Jesús, al constituirse modelo de sacerdocio, se hace modelo de servicio y donación, y, a la vez, se convierte en referente de compartir comunitario. La idea de una relación profunda con Jesús es que se puedan compartir los frutos de esa relación.
El verdadero sacerdocio es el que sabe recibir de Dios la bendición, producto de una relación íntima y profunda con Él, y luego saberla transmitir a la comunidad, como producto de un verdadero servicio y amor pastoral.
En tercer lugar, el sacerdocio de Jesús es despojo, entrega y sacrificio. Es donacion total de la propia vida, para que los que han creído tengan vida en abundancia. El gesto del pan y el vino, puestos como símbolo del cuerpo y la sangre ofrecidos para nuestra salvación, tiene como fin descubrir, en el sacerdocio de Jesús, la esencia del verdadero sacerdocio que sólo tiene sentido cuando es ofrenda sacrificial, donación de la propia vida a una comunidad que necesita de hombres y mujeres que se constituyan testigos del amor de Dios.
Por ello, es de gran importancia la invitación de Jesús: "hagan esto en memoria mía". Ahora, todo aquel que ofrece su vida para que la vida de los otros tenga sentido, se constituye en presencia salvífica de Jesús en medio de la comunidad.
El Señor nos de la gracia de vivir nuestro sacerdocio bautismal como ofrenda de salvación por quienes amamos y, a quienes se los ha concedido, el sacerdocio ministerial, como signo de su presencia amorosa en medio de la comunidad. Amén.