Evangelizar

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"Fiel al modelo del Maestro, el vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo" (P. Francisco)

lunes, 16 de junio de 2014

Día 135

Viernes, Décima Semana, Tiempo Ordinario

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Mateo 5, 27-32

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

"Habéis oído el mandamiento "no cometerás adulterio". Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.

Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno.

Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno.

Está mandado: "El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio."


 

MEDITACIÓN ESCRITA

Hace un tiempo, cuando adelantaba mis estudios de filosofía en la universidad, me encontré con un profesor que era considerado el más exigente de toda la facultad, muchos estudiantes le tenían pánico y preferían buscar otros modos de ver las materias que él dictaba.

Mi primera clase con él fue fascinante, ciertamente fue muy difícil y había momentos en que parecía desfallecer. Sin embargo, siempre me animaron las primeras palabras que le escuché a ese profesor, el primer día de clases:


"Muchos estudiantes hablan mal de mi y prefieren no ver clases conmigo, incluso algunos han pedido que me retiren de la facultad, sin embargo, lo que ellos nunca se han preguntado es si lo que buscan no es cumplir con la ley del mínimo esfuerzo: que los pasen en las notas, no esforzarse demasiado y pasar sin aprender nada para sus vidas. Ser bueno cuesta y yo siempre me encargaré de que mis estudiantes sean los mejores".

 
"Ley del mínimo esfuerzo", así definió el profesor la tendencia de muchos estudiantes. Y hoy, el evangelio, me da la ocasión propicia para recordar esas palabras y pensar por qué siempre quise dar lo mejor en mi formación y en mi ministerio.


Hoy miro a la Iglesia y descubro que muchos cristianos, creyentes, hombres y mujeres de fe, se van debilitando en su práctica eclesial. Y pienso: no será que nos hemos quedado en la ley del mínimo esfuerzo?

No será que muchos sacerdotes estamos siendo mediocres en nuestro trabajo evangelizador y preferimos celebrar a las carreras antes que sentarnos a preparar un mensaje especial, donde Jesucristo ocupe el primer lugar y se constituya en fuerza renovadora que da la capacidad a los fieles para no desfallecer ante las muchas pruebas que la vida les pone?


No será que, en ocasiones, queremos relajarnos en nuestra radicalidad  en el seguimiento de Jesucristo y preferimos dar nombres falsos al pecado para justificar nuestras actitudes de antitestimonio?


El evangelio de hoy, entonces, nos invita a abandonar la ley del mínimo esfuerzo en nuestra vida cristiana. Nos invita a ser radicales y extirpar, de manera contundente, todo aquello que nos lleve a relajarnos en la vivencia real y veraz de Jesucristo en nuestras vidas.

 
No se trata de quitar miembros de nuestro cuerpo, se trata de ser coherentes. La tentación siempre estará al acecho y si no la atacamos con radicalidad termináremos tapándola con mentiras que nos destruyen.  Ese sea hoy nuestro compromiso de fe.


Señor Jesús, concédenos la gracia de tu Espíritu para que seamos capaces de responder con radicalidad a tu invitación a ser coherentes. Amén.

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