Evangelizar

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"Fiel al modelo del Maestro, el vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo" (P. Francisco)

martes, 3 de junio de 2014

Día 127

Martes, séptima semana de Pascua

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Juan 17,1-11a


En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: "Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste.


Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese.

He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado.

Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti."


MEDITACIÓN ESCRITA

Hemos llegado a la semana final de la Pascua, una semana que promete ser una gran experiencia de amor y preparación para descubrir, en nuestra vida, la real y auténtica presencia del Señor.
 
Dos hechos serán fundamentales en el recorrido que haremos en el evangelio que nos presenta la liturgia esta semana: en primer lugar, leeremos lo que se conoce como la oración sacerdotal de Jesús. El Señor, que hemos visto volver al Padre, ahora se presenta como nuestro gran intercesor. Este texto lo leeremos hasta el jueves.


En segundo lugar, cerraremos la semana, el viernes, con la  pregunta fundamental del discipulado: la pregunta por el amor. La respuesta a esta pregunta nos abrirá la puerta de la gracia espiritual y nos preparará para la gran misión de la Iglesia.

 
Con este panorama de fondo, podemos dar una mirada rápida al evangelio de hoy, en el cual puedo descubrir tres hechos maravillosos.

 
El primero, es importante resaltar que lo que encontramos en el texto del evangelio de hoy sería, en sentido estricto, el primer acto de Jesús después de la ascensión. Él nos lo había dicho: "les conviene que yo me vaya... Pues rogaré por ustedes". En consecuencia, el primer acto de Jesús, junto al Padre, es orar por quienes hemos creído en Él.

 
En segundo lugar, la oración de Jesús es revelación y culmen de su obra salvífica. Y esa obra se resume en el don grandioso de la vida. Lo que hemos recibido de Jesús es una existencia llena de sentido. Que bueno que podamos descubrir, en esta acción el valor que tiene nuestra vida en las manos de Dios. Por ello, no vale la pena desperdiciarla en actos, preocupaciones y afanes superfluos que nos apartan de la fuente del amor.

 
En tercer lugar, una de las realidades más hermosas que podemos descubrir en esta primera parte de la oración de Jesús por sus discípulos, es el hecho de que, en ella,el Señor nos invita a tomar conciencia sobre cuál es nuestra verdadera identidad. Somos propiedad de Dios y, por ende, estamos en las manos de su Hijo. Nuestra vida, por la obra de Jesús, es la mejor gloria de Dios, pues somos su más grande tesoro.

 
Demos infinitas gracias a Nuestro Señor Jesucristo quién, junto al Padre, es nuestro más grande intercesor y quién nos permite descubrir nuestro verdadero valor. A Él sea la gloria por la eternidad. Amén.

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